miércoles, 28 de noviembre de 2012

Dos comedias (por el tono ligero)

Eternamente tuya (Tay Garnett, 1939) y Persiguiendo a Amy (KevinSmith, 1997) no tienen mucho que ver, ni por épocas ni por estilo. De hecho, la primera es una película bastante flojita, realizada a la mayor gloria de la guapísima Loretta Young. Pero las dos tratan de renuncias. En Eternamente tuya, la esposa de un gran mago renuncia a su amor porque su marido no es capaz de instalarse y llevar una vida sedentaria, pero feliz, junto a su querida mujer (hay una especie de loa implícita a la vida familiar). En Persiguiendo a Amy, un "chico que conoce a chica lesbiana con pasado sexual lleno de experiencias con muchos hombres y mujeres" echa por tierra la relación con su mejor amigo y con su chica por un orgullo mal entendido. Digamos que son ellos los que renuncian a él debido a su cortedad de miras. La primera es una comedieta romántica muy convencional. La segunda, en cambio, tiene el interés de tratar las relaciones de pareja como pueden ser hoy: complejas, sobre todo para los chicos, que a veces no son capaces de admitir que las chicas puedan haber amado (y haberse acostado con) otros chicos antes que ellos. Por suerte, la chica no cede a los chantajes emocionales de su amado y hace prevalecer su dignidad. Así que, al final, nos encontramos con dos películas que tratan dos tipos de mujer: aquel anticuado de la esposa que busca la vida estable y hogareña (cosa que consigue finalmente porque su marido se da cuenta de lo mucho que le hace falta su mujercita) y este "moderno" de la chica que se hace valer. Por otro lado, en Persiguiendo a Amy hay un buen tratado de cómo las relaciones amorosas pueden acabar con las buenas amistades; a veces, cuando "tu pareja" es tu mejor amigo la presencia de un tercero desbarata todo el orden establecido... lo cual puede digerirse muy mal por parte del amigo, que queda, de algún modo, fuera, y que desea aún ese orden antiguo. En fin, la vida misma.... No la idealizada de la película de la guapísima Loretta. Por eso Persiguiendo a Amy acaba de manera agridulce, como suele ocurrir en la realidad (realidad que no interesaba a los espectadores de la Young, claro).


AMOR Y LIBERTAD

El amor es el gran tema de la literatura y del cine, que es otra forma de narrar. Un amor destructivo es el que se retrata en Vidas al límite (Agnieszka Holland, 1995), protagonizada por Leonardo DiCaprio (un gran actor, sin duda), película en la que se muestra la relación atormentada y cruel entre Rimbaud y Verlaine. Este último se debate entre su joven mujer y su joven (aún más) amante, quien además le proporciona la espiritualidad de una poesía de primer rango, no solo su cuerpo. A su mujer la aterroriza y violenta en cuanto puede (algo desagradable la escena en la que intenta quemarle el pelo a la esposa). De cualquier forma, Verlaine está loco por Rimbaud, y ambos malviven del dinero del primero durante un tiempo, hasta que Rimbaud abandona la literatura, a Verlaine, Francia, todo. La película es interesante sin más, lo cierto es que no transmite pasión, que es quizás lo que defninía la relación de estos dos poetas. Tampoco hay mucho lugar para la poesía, al contrario que en aquella película tan hermosa sobre Yeats, Bright Star (Jane Campion, 2009). 



Otra película de pasiones sin pasión es Tokyo Blues (Tra Anh Hung, 2010) sobre la novela de Murakami. El gran problema de esta película, de preciosos escenarios y de frías escenas lluviosas, es la torpeza al condensar algunas de las historias secundarias de la novela, que pierden todo realce y cuya contribución  al desarrollo de la película queda en entredicho. Por lo demás, recoge esa especie de nihilismo del protagonista, que tanto en la novela como en la película parece dejarse llevar por los acontecimientos externos, como si fuera un existencialista francés (al fin y al cabo, el tiempo histórico de la película es el de los últimos sesenta). Otra cosa que molesta es el título, absurdo, que intenta hacer más inteligible el Norwegian Wood original (una canción intimista de los Beatles) sin conseguirlo. Tokyo Blues, el blues de Tokyo, cuando no hay ningún blues por ninguna parte aunque eso sí, ciertas dosis de tristeza y melancolía.



Una bella historia de amor también es Nunca me abandones (Mark Romanek, 2010). Aunque más relevante que dicha historia es el contexto en el que se produce. Los protagonistas son tres niños (luego jóvenes) de procedecencia incierta, educados en un internado donde se les prepara para ser donantes de órganos. Es decir: su trabajo en la vida es morir antes de la madurez, de operación en operación, hasta no poder aguantar más sin órganos vitales o por los continuos postoperatorios. Los protagonistas aceptan su destino (no solo ellos, sino todos los personajes que aparecen en la pelicula) sin rebeldía. Y esto es lo que más llama la atención: no hay ningún momento en que se replanteen esta obligada forma de vida (o de muerte). Solo se da algún intento de retrasar dicho. Esta cuestión, la más interesante, es la que menor tratamiento recibe en la pelicula; es el escenario de este amor fatídico (pues sus protagonistas están condenados a morir jóvenes) pero no es objeto de reflexión, cuando es, sin duda, el tema más atractivo. Por lo demás, es una película conmovedora y de imágenes hermosísimas.



Aún de factura más elegante (al fin y al cabo, su director es un diseñador de moda muy conocido) y también con el amor como línea principal es Un hombre soltero (Tom Ford, 2009), película que protagonizan los excelentes Colin Firth y Joanne Moore. El personaje principal es un profesor universitario que perdió hace unos años a su pareja en un inesperado accidente de tráfico. El profesor se encuentra sin rumbo y decide poner fin a su vida esa misma noche. Lo más bello de la película es la manera en que se muestra la nueva mirada del personaje sobre los detalles nimios de la vida diaria: cuando esto ocurre, la fotografía más bien plana y gris se vuelve cálida y carnosa, llena de colores como el rojo, el naranja, el azul intenso... El tema de la homosexualidad está tratado de una manera natural y directa, mostrando también la invisibilidad de los gays en la sociedad de los sesenta en EEUU (pero sin que el conflicto del personaje provenga de su sexualidad). Una película hermosa y notable.



Por último, he revisitado un clásico, Papillon (Franklin J. Shaffner, 1973), una película apasionante sobre la libertad que atrapa desde el primer minuto. Las interpretaciones de Dustin Hoffmann y de Steve McQueen son excelentes. Este último encarna a Papillon, un tipo acusado, según él, injustamente, de un asesinato, y encerrado en la prisión de la Guayana Francesa durante los años treinta (antes de que se redactara algo tan básico como los derechos humanos). La vida de los prisioneros es durísima y los castigos inhumanos. Pero Papillon, cuyo sobrenombre le viene del tatuaje de una mariposa que lleva en el pecho (nunca se dice su verdadero nombre)  no se rinde ei intenta escapar en varias ocasiones. En la última escena, Paillon, mermada su salud por los años, los castigos y la prisión, se arroja al mar desde un acantilado: sobre el agua queda flotando, en una idílica metáfora de su ansia por alcanzar la libertad.



miércoles, 14 de noviembre de 2012

MÁS CINE EN CASA (QUÉ REMEDIO)

Gracias a la baja maternal estoy reduciendo la cantidad de DVDs que cogen polvo en las estanterías del salón de mi casa. Eso es una buena noticia para ir dejando hueco y que entren otros nuevos...

Entre los que han caído en acto de servicio están los siguientes:

-El diablo se viste de Prada (David Frankel, 2006): Es una buena comedia, entretenida y con excelente ritmo. La historia no es novedosa: chica ambiciosa pierde sus principios y traiciona a sus más cercanos por conseguir el aprecio de la más famosa y cruel experta en moda de Nueva York. Finalmente, la chica se da cuenta de lo que ha perdido y prefiere una vida sencilla al glamour, la soledad y la traición. Una película de valores, como vemos. Lo mejor, sin duda, el personaje de la terrorífica directora de la revista de modas, una Meryl Streep que levanta la película ella solita.



-Adiós, pequeña, adiós (Ben Affleck, 2007): Esta es una película excelente. La historia encierra dilemas poderosos y el relato es muy atractivo. ¿Merece una madre drogadicta que ha demostrado repetidamente su incapacidad como madre que le devuelvan a su hija? ¿Merece esa niña una vida mejor, con personas que la cuiden de verdad? El protagonista tiene que resolver este dilema y lo hace de la manera en que esperaríamos, pero eso no implica que su decisión sea claramente la mejor, solo parece la más justa. Ni siquiera el final de la película es un happy end reconciliador: él mismo comprende las consecuendias agridulces de su decisión. En la película se tratan cuestiones relacionadas como el respeto a la ley, el hecho de que esta no favorece siempre al que lo merece y que ni siquiera es capaz a menudo de hacer justicia. Pero los hombres no deben actuar como dioses haciendo su propia ley: esta es la interesante tesis de la película que puede ser la base de una interesante reflexión. 



-Capturing the Friedmans (Andrew Jarecki, 2003): Un director emprende un proyecto, documentar el trabajo de los payasos infantiles, los que se contratan para animar fiestas de niños. De repente, se encuentra con que el más famoso de ellos en Nueva York lleva a sus espaldas una truculenta historia: es hijo de un pedófilo, acusado junto a su hermano pequeño, de prácticas sexuales con menores en las clases de informática que el padre impartía en el sótano de su casa a los vecinos de la zona residencial en la que vivían. El documental muestra que el hecho constatado de la pedofilia del padre lleva a una acusación que, en gran medida, solo se sostiene en los testimonios de algunos niños, sin pruebas indudables, solo el relato (no contrastado al cien por cien por todos los alumnos de aquellas clases) de estos chicos. En realidad, este documental es una reflexión sobre la verdad y sus caras. Se basa en entrevistas a muchos de los implicados que dan visiones diferentes e incluso contrapuestas de los hechos que se juzgaron. Además, se presenta la ambigüedad de la institución de la familia, que, siendo la base de las sociedades desde el punto de vista antropológico, no es algo tan sagrado ni garante de felicidad o bienestar. Otro aspecto interesante de la película es la inclusión de fragmentos de videos caseros  y personales de la familia Friedman, y de cómo un material tan poco elaborado se puede convertir en una narración, la narración que nosotros queremos de nuestra familia, una narración construida como la de nuestros recuerdos o la de una historia. Es decir, una ficción que nos ayuda a vivir.



-Todo o nada (Mike Leigh, 2002): Esta película es un absoluto aburrimiento. Los personajes son antipáticos y cansa su abulia. Resultan patéticos y mediocres. No sé si el director quiere salvarlos o condenarlos. En cuanto al título, hace referencia al discurso de uno de los personajes, el marido, que siente la lejanía de su mujer, sus reproches y su indiferencia, y le viene a decir que sin su amor se encallan en la nada. Finalmente lo recuperan y todos tan felices dentro de sus dificultades (problemas para llegar a final de mes, hijo en paro y agresivo en su comportamiento, hija feúcha limpiadora en una residencia de ancianos, padre e hijos obesos -suponemos que por una mala alimentación-, padre taxista con poca recaudación debido a su falta de iniciativa...). En fin, creo que esta película quiere decir tanto que finalmente dice poca cosa, o nada. O más bien son los personajes, con los que cuesta empatizar. Un último detalle: las subtramas no se concluyen por lo que la película resulta coja en este aspecto.



-Beyond the sea (Kevin Spacey, 2004): Este gran actor se embarca en dirigir y protagonizar un biopic con números musicales (originales, por cierto) sobre la vida del cantante Bobbie Darin, un Frank Sinatra con menor éxito. La historia pretende ser contada de un modo personal, es decir, saltándose un tanto la linealidad de la narración, utilizando al Bobbie niño como interlocutor continuo del Bobbie adulto en sus momentos de mayor dificultad (enfermo del corazón desde pequeño, ambicioso en extremo, violento con su mujer, la actriz Sandra Dee; hijo de la que consideraba su hermana desde siempre...) La vida de Bobbie Darin contiene elementos de melodrama que, no obstante, no hacen nada interesante al personaje a pesar de los intentos de Spacey, que consigue una gran interpretación y que canta estupendamente, además de bailar más que bien. En ese aspecto, todo un hallazgo. No obstante, repito: el personaje no es atractivo, por lo que la película, agradando, no apasiona en ningún momento.


¡Y esto es todo amigos! De momento....