domingo, 15 de septiembre de 2013

Djiango desencadenado

Djiango es un esclavo al que un extraño le compra su libertad. Más bien, lo compra y luego le concede dicha libertad a través de un trato: le ha de ayudar a asesinar. 
El curioso personaje (encarnado por el magnífico Christoph Waltz) que compra a Djiango es un ser de moral extraordinaria, pues, de algún modo, utiliza el mal para conseguir un bien. Por ejemplo, adquiere hombres como Djiango igual que cualquier tratante de esclavos. Sin embargo, les hace libres. Y de la misma manera, es un asesino a sueldo, pero solo de hombres blancos, grandes propietarios de tierras y de esclavos de malísima calaña. Se puede decir que este personaje pervierte el sistema y la moral, pues hace del mal un bien, lo que es un extraño proceder.
Por otro lado, tenemos a Djiango, un personaje negro de raíces mitológicas. Efectivamente, él es un Prometeo, no encadenado, sino deshecho de sus cadenas, menos de una, la de su mujer, Broomhilda. Entre esclavos está prohibido el matrimonio; sin embargo, Djiango ama a una mujer de la que es esposo, pero que no le pertenece a él, sino a un salvaje propietario, Calvin Candie, que no tiene nada que ver con la dulzura de su apellido. 
Candie es un hombre sin escrúpulos. No tiene conciencia de que el negro sea un igual. Es un ser creado para su disfrute, su negocio y su bienestar. No tiene derechos ni alma ni nada que se le parezca. Candie se dedica sobre todo a ganar dinero en las luchas de esclavos, luchas que son a muerte. Como gladiadores modernos, este género de esclavos solo sirve para matar a otros esclavos, sabiendo que en cualquiera de esas luchas la muerte le puede llegar. 
Y es que la película de Tarantino es el retrato de este personaje, hecho persona por un extraordinario Leonardo di Caprio que llena de matices a este Candie que es, fundamentalmente, un hombre malo sin conciencia de serlo. Es un egoísta y narcisista, un tirano al que, sin embargo, di Caprio dota de un salvajismo civilizado: el actor despliega del personaje toda la gama y grados de la maldad hacia el negro cosificado y llena de turbación e imprevisibilidad (que es el verdadero horror del mal, el no saber cómo se va a presentar el dolor o la violencia) la historia de este Djiango al que, como digo, no veo como el verdadero protagonista.
Pues hay otro personaje más, otro hombre perverso, a saber, el esclavo que gobierna la casa de Candie. ¿Podría ser este esclavo el verdadero amo en la sombra? Él se encarga de mantener sometidos a todos los criados de la casa, y por supuesto, su único afán es desenmascarar a Djiango, del que percibe sus intenciones al primer golpe de vista. Un hombre astuto este gobernante que termina poniendo en jaque todo el plan de Djiango, que no es otro que el de salvar a Broomhilda, una esclava criada por emigrantes alemanes y que, sorprendentemente, habla alemán (dato que seduce al liberador cazarrecompensas para ayudar a Djiango en la recuperación de su esposa).
La película de Tarantino usa el lenguaje del cómic y la imaginería del western para presentar una historia de interesantes personajes inmorales y de un héroe que lucha contra su destino como un Hércules mitológico. La grandeza de Tarantino es hacer que olvidemos al héroe insulso y que nuestra atención se centre en los grandes malvados, ya sea por pervertir el sistema con un objetivo más cercano al bien, ya sea por el propio interés o por conservar el poder. Excelente.

domingo, 8 de septiembre de 2013

FILMOTECA NOSTÁLGICA

Hèlas... Lo que pude llorar con esta película. La vi con quince años, magnífica edad para que ni siquiera moleste la traducción y el doblaje en castellano de unos diálogos que son maravillosos en francés y acartonados en castellano.La historia del poeta que seduce a la joven que ama para que otro se la quede... Ay, qué enorme tristeza producía en mi alma de adolescente, en mi bella alma de poeta de quince años, que no tenía la nariz grande, pero tantos o más complejos que ese. Al día siguiente llegamos mis amigas y yo, las que lloramos escondidas entre dos coches aparcados en la avenida principal de la ciudad de Melilla, y abrimos el libro de literatura española para leer el poema a la extraña nariz de Quevedo. Nos sentimos después en la cúspide de la máxima fineza literaria, en lo más alto de la montaña de los espíritus elegidos y libres. Éramos un poco tontorronas, pero hay que reconocer que muy auténticas. ¡Viva Cyrano!


MONSTRUOS UNIVERSITY

La diversidad se ha instalado en mi evolución como cinéfila. Ya es un hecho: puedo ir al cine... con Amanda. A ver películas de niños, claro. Mi terreno de conocimientos se amplía, nuevos retos se alzan ante mí.
Monstruos University es una historia sencilla que, además, es la secuela de otra película conocida, Monstruos S.A, que no tengo el placer (aún) de haber visto. Se trata de una sociedad de monstruitos cuya máxima dedicación, digamos, la labor más excelsa, su télos más auténtico, es dedicarse a asustar a niños. Así que algunos de ellos, desde pequeños, aspiran a convertirse en "asustadores".
Para ello hay que ir a la universidad, por supuesto. Copiando a la élite estadounidense, esta pequeña élite monstruosa también va a la universidad de los sustos (no sabemos si sus padres han tenido que ahorrar desde que nacieron para ello, no se habla de becas ni de nada semejante) y también ha de vérselas con las dichosas hermandades o clubes de estúpidos que tratan por todos los medios de achantar a los novatos. 
El planteamiento es un poco... idiota, pero claro, al final resulta que la película es entretenida y una sale pensando en que, además, tiene valores interesantes, aunque quizás un poco obvios: la aceptación de uno mismo, la lucha por un ideal, el compañerismo, el respeto por la diversidad...
El mejor momento de la película es que uno de los protagonistas hace trampas en la competición de sustos porque no confía en que su compañero, el alma mater del equipo, sea capaz de asustar. Este último, el verdadero protagonista, es bajito, redondito, con un solo ojo, de color verde y más bien ridículo. Gracias a la trampa, ganan. Pero cuando el pequeño genio conoce que él no ha sido capaz de llevar a su equipo a lo más alto, se hunde. Aún, de hecho, mereciendo ganar, porque el esfuerzo que ese pequeñajo verde había hecho por entrenar y enseñar a sus compañeros de equipo nadie más podria haberlo hecho. Su angustia, sin embargo, es comparable a la de Edipo re-conociéndose como asesino de su padre, amante de su madre y hermano de sus hijos.
No obstante, el de asumir las propias limitaciones, es un duro ejercicio ese. No se lo deseo ni siquiera al monstruito verde de la película. Así que el equipo se deshace pero el pequeño saltamontes hace un último intento: poner en riesgo su vida para demostrar que es capaz de asustar. La dura prueba vuelve a unir al tramposo y al verduno... Cada uno se da cuenta de que el otro le complementa y de que juntos son capaces de cosas imposibles por separado.
Un bonito mensaje final para fomentar, como decía, el compañerismo y el trabajo en equipo, la aceptación de uno mismo y de los demás. En fin, la tolerancia y todo eso....
Precioso si no fuera porque mi hijita de tres años y medio se durmió hacia la mitad de la película... No sé qué le habrá llegado de esta historia de monstruitos (moustros, como dice ella) bienintencionados.