Ragtime es una película inferior a la de Ken Loach. Lo es porque, de las tres historias que pretende desarrollar, solo una, aquella en la que pretende apoyarse el guionista, la que tiene verdadera enjundia (y por esto mismo), tiene un planteamiento, nudo y desenlace claros. Esto no implima que Ragtime no sea un bonito fresco de la América de principios de siglo (con tributo al origen del cine incluido: homenaje hermoso pero mal resuelto), y que no presente personajes atractivos, excelentes interpretaciones, una fantástica ambientación... Sin embargo, se da de bruces al querer abarcar historias que añaden poco a la trama principla (como ocurre con el juicio al marido de Evelyn, la corista sin escrúpulos).
Lo más interesante de Ragtime, por cierto, tampoco es la música, a pesar de la excelente banda sonora y del hecho de que el protagonista sea un pianista (negro), sino el planteamiento moral sobre la violencia, que la acerca a El viento que agita la cebada.
La pregunta que ambas películas muestran al espectador es la siguiente: ¿puede considerarse la violencia legítima cuando se trata de la violencia de un "débil"? Es decir, ¿es la violencia inmoral cuando se usa para someter y, en cambio, aceptable cuando un individuo o un grupo la usan para reivindicar sus derechos y su dignidad?
Aparte del análisis que cada espectador pueda hacer, la película de Ken Loach está claramente a favor de este tipo de violencia y la legitima desde el punto de vista moral. La base de su argumentación estriba en que un pueblo sometido, colonizado, al que se obliga a renunciar a los elementos que conforman su identidad por la fuerza (esta es la clave), sin opción al diálogo ni a la reivindicación de su autonomía, solo tiene en su mano la posibilidad de utilizar la violencia, más aún, el terrorismo. Desde el punto de vista de Ken Loach, el Reino Unido es el responsable de grupos extremistas como el IRA por no haber solucionado con justicia la independencia de Irlanda. La vía pacífica propuesta por Michael Collins, tal y como se muestra en la película, solo sirvió para ceder el norte de Irlanda y mantener la presencia y el control del Reino Unido en la isla. Así pues, si la parte "débil" de un conflicto no consigue su objetivo (justo, digamos) mediante el diálogo, puede utilizar la violencia como un medio justificado para un fin "bueno". En la película de Ken Loach, pues, hay una posición favorable al terrorismo cuande se dan causas histórias y políticas injustas, es decir, de sometimiento de un pueblo por otro en aras del dominio y la colonización.
Los personajes encuentran también la justificación moral del asesinato en este ideal que está por encima de sus deseos, necesidades y preferencias. Así, el personaje principal, un estudiante de medicina reticente a empezar una "guerra de guerrillas", como parece que fue al principio la reivindicación de la independencia de Irlanda, no duda en ajusticiar con un tiro en la nuca a un pobre mozo de cuadra que por miedo delató a sus compañeros; y, del mismo modo, el hermano de dicho estudiante tampoco se amilana cuando decide fusilarlo por no avenirse al nuevo gobierno irlandés (controlado por los británicos). Estas situaciones son las que hacen pensar en que, si bien parece que desde un punto de vista global, el de un pueblo o grupo de gente, la violencia está justificada cuando las alternativas pacíficas se cierran con la misma violencia, las decisiones individuales que implican acabar con la vida de otros en aras de un ideal superior no resultan justificadas del mismo modo. Pues, en este último caso, el individuo actúa como un dios enfurecido que posee la verdad y la única verdad y que es dueño de la vida de los otros. ¿Cómo justificar moralmente, cómo considerar "buenas" estas acciones?
Por otro lado, hay que considerar si hay diferencias entre una acción bélica (la guerrilla atacando aun grupo de soldados) y el secuestro y asesinato de un dirigente (por supuesto, británico, anglicano, y despreciativo con los irlandeses). Ambas situaciones derivan de la violencia, son propiamente violentas, pero, ¿igualmente justificables, incluso desde el punto de vista del "débil"? ¿Una persona representa a todo un pueblo (idea en la que se escudan los terroristas para asesinar a otros, más o menos culpables de su situación de inferioridad)? En definitiva, Ken Loach parece tener clara una cuestión que presenta claros problemas éticos.
En la película Ragtime se trata del individuo que se enfrenta al grupo. El protagonista es un pianista negro, como ya hemos señalado. Unos bomberos voluntarios, blancos, unos "rednecks", le humillan echando excrementos en el asiento de su flamante coche nuevo. El pianista decide no ceder: el bombero responsable tiene que limpiar su coche. Esto le lleva a denunciarlo, a intentar presentar una querella, y a pasearse, en definitiva, por despachos oficiales y de diversos abogados que no ponen intención verdadera en ayudarle. Cuando la madre de su hijo, con la que pretende casarse, corre a un mítin del vicepresidente de la nación gritando su nombre y muere como consecuencia de la paliza de un policía excesivamente celoso de mantener el orden, la ira le domina y no ve otro camino que la violencia y el terrorismo. Se convierte en el criminal más peligroso y temido de Nueva York y el más buscado por la policía. Finalmente, se atrinchera en la emblemática Biblioteca J.P. Morgan, reivindicando su justicia: el coche limpio y el bombero a su merced.
La policía de Nueva York (encabezada por el comisario interpretado por James Cagney, en su última película) despliega su fuerza alrededor de la biblioteca (el pianista ha conseguido reunir a un grupo de amigos músicos y a un artificiero herido de amor por una corista). Hay intentos de negociación y persuasión. La escena más interesante es la que enfrenta a un líder negro pacifista (Washington) y al pianista convertido en violento terrorista. El líder argumenta (con furia) que la violencia solo engendra violencia, y que la paz y la comprensión llevan a la dignificación de los negros y a la estima de los blancos (a los que ha habido que enseñar que no tienen por qué temer a los negros). El pianista, con su ejemplo, está echando por tierra el esfuerzo (su esfuerzo como activista) de muchos hombres y mujeres que demuestran integridad y honestidad. Para el pianista, esto es otra forma de claudicación y sometimiento al hombre blanco.
La historia termina mal, lo que hace pensar que Mr. Washington tenía más razones a su favor. El pianista muerte acribillado después de rendirse. El comisario da la orden: su obligación es terminar con un criminal. Pero acaba con un hombre bueno, reconvertido en un violento por culpa de la ira. La ira es una pasión individual, pero, ¿justificada, al menos, en este caso? El pianista lo dice: no tuve otra opción, pues nadie me ayudó a aplicar la ley a ese blanco por ser él un negro. De nuevo, otro caso en que el "débil" opta por la violencia para enfrentarse a la violencia del "fuerte", y que tampoco trae consecuencias calificables de beneficiosas, ni siquiera sirve para instaurar un nuevo orden. Todo sigue igual después de su sacrificio. El individuo no puede ganar así al sistema, parece decirse en esta historia.
El débil puede ser un pueblo o un individuo, y en ambos casos, parece que la violencia es el único camino para enfrentarse a la que infringe el fuerte con vistas a mantener al débil en dicha posición. La violencia, claramente, no trae la paz, solo más respuestas violentas. Sin embargo, el débil la usa para ponerse al mismo nivel que el fuerte, o para revertir su posición y hacer del fuerte el débil. No parece que haya una salida moral clara a este dilema: la violencia, en bruto, es desestimable en valores absolutos; en el caso particular y relativo, solo podría justificarse como una manera de alterar la dialéctica del fuerte y el débil. Estas dos películas obligan al espectador a plantearse la cuestión, a que este viento agite su conciencia.
Lo más interesante de Ragtime, por cierto, tampoco es la música, a pesar de la excelente banda sonora y del hecho de que el protagonista sea un pianista (negro), sino el planteamiento moral sobre la violencia, que la acerca a El viento que agita la cebada.
La pregunta que ambas películas muestran al espectador es la siguiente: ¿puede considerarse la violencia legítima cuando se trata de la violencia de un "débil"? Es decir, ¿es la violencia inmoral cuando se usa para someter y, en cambio, aceptable cuando un individuo o un grupo la usan para reivindicar sus derechos y su dignidad?
Aparte del análisis que cada espectador pueda hacer, la película de Ken Loach está claramente a favor de este tipo de violencia y la legitima desde el punto de vista moral. La base de su argumentación estriba en que un pueblo sometido, colonizado, al que se obliga a renunciar a los elementos que conforman su identidad por la fuerza (esta es la clave), sin opción al diálogo ni a la reivindicación de su autonomía, solo tiene en su mano la posibilidad de utilizar la violencia, más aún, el terrorismo. Desde el punto de vista de Ken Loach, el Reino Unido es el responsable de grupos extremistas como el IRA por no haber solucionado con justicia la independencia de Irlanda. La vía pacífica propuesta por Michael Collins, tal y como se muestra en la película, solo sirvió para ceder el norte de Irlanda y mantener la presencia y el control del Reino Unido en la isla. Así pues, si la parte "débil" de un conflicto no consigue su objetivo (justo, digamos) mediante el diálogo, puede utilizar la violencia como un medio justificado para un fin "bueno". En la película de Ken Loach, pues, hay una posición favorable al terrorismo cuande se dan causas histórias y políticas injustas, es decir, de sometimiento de un pueblo por otro en aras del dominio y la colonización.
Los personajes encuentran también la justificación moral del asesinato en este ideal que está por encima de sus deseos, necesidades y preferencias. Así, el personaje principal, un estudiante de medicina reticente a empezar una "guerra de guerrillas", como parece que fue al principio la reivindicación de la independencia de Irlanda, no duda en ajusticiar con un tiro en la nuca a un pobre mozo de cuadra que por miedo delató a sus compañeros; y, del mismo modo, el hermano de dicho estudiante tampoco se amilana cuando decide fusilarlo por no avenirse al nuevo gobierno irlandés (controlado por los británicos). Estas situaciones son las que hacen pensar en que, si bien parece que desde un punto de vista global, el de un pueblo o grupo de gente, la violencia está justificada cuando las alternativas pacíficas se cierran con la misma violencia, las decisiones individuales que implican acabar con la vida de otros en aras de un ideal superior no resultan justificadas del mismo modo. Pues, en este último caso, el individuo actúa como un dios enfurecido que posee la verdad y la única verdad y que es dueño de la vida de los otros. ¿Cómo justificar moralmente, cómo considerar "buenas" estas acciones?
Por otro lado, hay que considerar si hay diferencias entre una acción bélica (la guerrilla atacando aun grupo de soldados) y el secuestro y asesinato de un dirigente (por supuesto, británico, anglicano, y despreciativo con los irlandeses). Ambas situaciones derivan de la violencia, son propiamente violentas, pero, ¿igualmente justificables, incluso desde el punto de vista del "débil"? ¿Una persona representa a todo un pueblo (idea en la que se escudan los terroristas para asesinar a otros, más o menos culpables de su situación de inferioridad)? En definitiva, Ken Loach parece tener clara una cuestión que presenta claros problemas éticos.
En la película Ragtime se trata del individuo que se enfrenta al grupo. El protagonista es un pianista negro, como ya hemos señalado. Unos bomberos voluntarios, blancos, unos "rednecks", le humillan echando excrementos en el asiento de su flamante coche nuevo. El pianista decide no ceder: el bombero responsable tiene que limpiar su coche. Esto le lleva a denunciarlo, a intentar presentar una querella, y a pasearse, en definitiva, por despachos oficiales y de diversos abogados que no ponen intención verdadera en ayudarle. Cuando la madre de su hijo, con la que pretende casarse, corre a un mítin del vicepresidente de la nación gritando su nombre y muere como consecuencia de la paliza de un policía excesivamente celoso de mantener el orden, la ira le domina y no ve otro camino que la violencia y el terrorismo. Se convierte en el criminal más peligroso y temido de Nueva York y el más buscado por la policía. Finalmente, se atrinchera en la emblemática Biblioteca J.P. Morgan, reivindicando su justicia: el coche limpio y el bombero a su merced.
La policía de Nueva York (encabezada por el comisario interpretado por James Cagney, en su última película) despliega su fuerza alrededor de la biblioteca (el pianista ha conseguido reunir a un grupo de amigos músicos y a un artificiero herido de amor por una corista). Hay intentos de negociación y persuasión. La escena más interesante es la que enfrenta a un líder negro pacifista (Washington) y al pianista convertido en violento terrorista. El líder argumenta (con furia) que la violencia solo engendra violencia, y que la paz y la comprensión llevan a la dignificación de los negros y a la estima de los blancos (a los que ha habido que enseñar que no tienen por qué temer a los negros). El pianista, con su ejemplo, está echando por tierra el esfuerzo (su esfuerzo como activista) de muchos hombres y mujeres que demuestran integridad y honestidad. Para el pianista, esto es otra forma de claudicación y sometimiento al hombre blanco.
La historia termina mal, lo que hace pensar que Mr. Washington tenía más razones a su favor. El pianista muerte acribillado después de rendirse. El comisario da la orden: su obligación es terminar con un criminal. Pero acaba con un hombre bueno, reconvertido en un violento por culpa de la ira. La ira es una pasión individual, pero, ¿justificada, al menos, en este caso? El pianista lo dice: no tuve otra opción, pues nadie me ayudó a aplicar la ley a ese blanco por ser él un negro. De nuevo, otro caso en que el "débil" opta por la violencia para enfrentarse a la violencia del "fuerte", y que tampoco trae consecuencias calificables de beneficiosas, ni siquiera sirve para instaurar un nuevo orden. Todo sigue igual después de su sacrificio. El individuo no puede ganar así al sistema, parece decirse en esta historia.
El débil puede ser un pueblo o un individuo, y en ambos casos, parece que la violencia es el único camino para enfrentarse a la que infringe el fuerte con vistas a mantener al débil en dicha posición. La violencia, claramente, no trae la paz, solo más respuestas violentas. Sin embargo, el débil la usa para ponerse al mismo nivel que el fuerte, o para revertir su posición y hacer del fuerte el débil. No parece que haya una salida moral clara a este dilema: la violencia, en bruto, es desestimable en valores absolutos; en el caso particular y relativo, solo podría justificarse como una manera de alterar la dialéctica del fuerte y el débil. Estas dos películas obligan al espectador a plantearse la cuestión, a que este viento agite su conciencia.
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