lunes, 18 de abril de 2011

CINE CON NIÑOS

He visto dos "películas con niños" muy diferentes. En ambas la gente menuda no tiene el papel de enternecer al espectador y fomentar su empatía mediante el recurso fácil que es la infancia. En el caso de Pan negro los niños de la pelicula van dejando progresivamente de serlo por culpa de la miseria, la humana, la social, la económica, la miseria de los adultos que les rodean. Pan negro se subtitula "la historia de un asesino de pájaros". El protagonista es él mismo un pajarillo que quiere volar como le dice su padre, o como le cuenta el enfermo del sanatorio de monjes. Pero él mismo se corta las alas al conocer la historia de su progenitor, un hombre que actuó contradiciendo y traicionando sus ideales. ¿Cómo creer en la bondad de la gente si tu propio padre se dedica al mal? La película empieza con un asesinato, el de un padre y su hijo en medio de un bosque, y esta escena, cruel aunque no cruenta, es un resumen de todo lo que vendrá después, que no es más que la destrucción paulatina de una familia. El pan negro, por otro lado, es el símbolo de la miseria a la que, con cierta reminiscencia marxista, culpa la película de la miseria moral de sus protagonistas. Desde luego, esta es una historia cruda que presenta el lado más oscuro de las almas humanas, aunque, a la vez, las disculpa, como si ese lado se impusiera cuando es imposible la supervivencia de otro modo. ¿La miseria, entonces, elimina las posibilidades de elección de los hombres; anula la libertad? Esta pregunta queda en el aire, sabiendo, además, que el protagonista elige, elige aunque sea por rencor y venganza....





Valor de ley, en cambio, es la historia de una chica de catorce años que quiere vengar a su padre. Para ello recluta a un mercenario, a una especie de policía a sueldo viejo y alcoholizado pero con escaso miedo en su desvencijado cuerpo. Entre ambos se establece una relación casi paternal en la que la chica, de algún modo, "adopta" a ese hombre como padre, y él, finalmente, no puede dejar de rendirse ante el candor de esa niña ingenua que cree que la justicia consiste en que los malos sean castigados. Esta película podrá parecer a muchos un tanto insulsa, hasta cierto punto increíble y en cierto modo sin garra. A mi entender, esas personas se equivocarán al juzgar demasiado rápido una historia sencilla pero no simple. La protagonista de la película es una niña que abandona su casa por considerarse en el deber de vengar al padre, como una Antígona que se enfrenta a las leyes de su ciudad. Sabe que dichas leyes no van a respaldarla, por ello, haciendo gala de un aplomo impropio de su edad, regatea con los adultos hasta conseguir llevar a cabo su voluntad. No hay que olvidar de que se trata de una chica, y este dato no es baladí: a ella no le corresponde la tarea que emprende, la asume porque su hermano varón es demasiado joven (aún más que ella) y su madre no es muy fuerte, según sus palabras. Teniendo en cuenta que en el Oeste las leyes no se respetaban, que una chica decidiera hacer justicia por su cuenta tiene su mérito. Si el transcurso de la historia es bello y entretenido, el final es épico y triste: a la chica le muerde una serpiente venenosa y el viejo la transporta en brazos durante toda una noche hasta la casa de un curandero de tres al cuarto, en una carrera en la que casi perece como el caballo viejo que ella compra para seguir al asesino de su padre (un pobre hombre, un tonto corto de entendederas). En la última escena contemplamos a una solterona sin brazo, que no es otra que la decidida niña que, a pesar de su arrojo, no solo pierde su mano, sino su lugar en la sociedad (el lugar propio de una mujer). No podía ser de otra manera: su hybris es castigada. En este sentido, la película de los hermanos Coen no deja de recordarnos al mito griego, y esta relectura de Antígona le proporciona un hermoso trasfondo.


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